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jueves, 9 de febrero de 2012

Capítulo 5

   5) “NO JUEGUES CON FUEGO”



Continuaba abstraída con el lugar y la gente que nos rodeaba. Era incapaz de apartar la mirada de un entorno tan real y cercano como era aquel. Por primera vez en varias semanas, sentía que volvía a estar cerca de mi verdadera casa, en una dimensión más innegable y próxima a mis recuerdos.
   -Preguntemos a alguien si conoce a esa tal Caitlin-propuso Jeremy, extrayéndome de mis abstracciones.

   -Quizá en esa tienda-dije, señalando a un establecimiento en el que vendían periódicos y revistas.
   Entramos en el lugar los cinco y, con nuestra presencia, prácticamente ocupamos todo el espacio disponible. Era un sencillo local repleto de prensa de todo género. Una mujer regordeta y bajita atendía desde el otro lado de un mostrador de madera de un tono oscuro.
   -¿Os puedo ayudar en algo?-preguntó cordialmente.
   -Buscamos a una mujer llamada Caitlin Harmon-me adelanté a decir-. ¿Sabe donde podemos encontrarla?
   La dependienta se rascó la barbilla con un dedo mientras miraba a un punto difuso.
   -Lo siento, chicos, pero no tengo ni pajolera idea de quién es esa mujer-negó.
   Teníamos que reconocer que era difícil tener suerte a la primera.
   -Gracias de todas formas-me despedí.
   Nos dispusimos a salir de la tienda cuando un hombre que había permanecido oculto tras las amplias páginas de un periódico, nos llamó.
   -No he podido evitar escucharos preguntar por Harmon-dijo el tipo.
   Retiró el periódico que le ocultaba, dejando su rostro a la vista de todos. Era un hombre alto y corpulento, de unos treinta años. Lucía unos pantalones de color tierra y una camisa blanquecina. Tenía el cabello castaño y un poco más largo de lo habitual, en consonancia con el tono de sus ojos. Sus facciones eran duras, aunque el hombre no parecía estar enfadado. Sólo con su imagen imponía respeto. 
   -¿Quién es usted?-inquirió Dereck alzando una ceja. Sonó áspero, pero sabía que no pretendía ser austero.
   -Me llamo Rand Alan Keitton, pero me podéis llamar Rand-contestó con una sonrisa que dejaba sin palabras-. Y creo que os puedo ser de ayudar.
   -Necesitamos saber donde vive-contestó Erika desde detrás de Elena.
   -Si os parece bien, yo mismo os podría llevar hasta su casa-se ofreció sin perder la sonrisa.
   -¿La conoce?-preguntó Dereck algo sorprendido.
   Ese gesto rebelaba que no sabía si fiarse de aquel hombre. Supuse los motivos que le impulsaban a desconfiar de él. El señor Keitton había escuchado nuestra conversación desde detrás del periódico y, por una extraña razón que se escapaba a mi razonamiento, había propuesto acompañarnos sin apenas conocernos.
   -Por suerte para mí, sí-contestó haciendo un ademán con la mano para que le siguiésemos-. ¿Qué me decís? ¿Os venís conmigo? Vive muy cerca de aquí, así que no es necesario que cojamos el coche.
   Los cinco permanecimos en silencio, simplemente observándole.
   Aunque no le conocía de nada, ese hombre no me parecía peligroso. Más bien daba la impresión de ser simpático y alguien de confianza. No sé en qué se fundaban estos pensamientos, pero lo cierto es que estaba prácticamente convencida de que no nos estaba engañando. Dereck tuvo que pensar lo mismo que yo, pues terminó aceptando la propuesta de Rand.
   Salimos de la tienda sin mediar palabra y atravesamos las calles y las carreteras sin dejar de seguir a Rand. Al ser un hombre corpulento y con grandes piernas, avanzaba a enormes zancadas, obligándonos a apresurar el paso si no queríamos perderle de vista.
   Como había dicho, la casa no estaba muy lejos de la tienda. Recorrimos algunas carreteras de asfalto y bordeamos un parque de verde vegetación. En pocos minutos, nos detuvimos delante de un edificio de ladrillos similar al resto. Subimos los tres escalones de la entrada. Rand metió la mano en su bolsillo y sacó un juego de llaves plateadas. Dudó un segundo y finalmente se decidió por una. Introdujo la llave en la cerradura de la blanquecina puerta y ésta, sin oponer resistencia, se abrió.
   -Dijo que nos iba a llevar a la casa de la señora Harmon-le recordó Dereck al verle abrir la puerta sin problemas.
   -Y ahí es donde os he traído-contestó sonriendo.
   Si eso era verdad, ¿cómo era posible que tuviese la llave de la puerta principal de la casa de la señorita Harmon? Había algo que se me escapaba y, al mirar al resto de mis amigos, supe que a ellos también.
   -Pasad, chicos-nos instó el hombre.
   Ninguno nos movimos de nuestra posición.
   -Vamos, no mordemos-aseguro Rand con una sonrisa divertida.
   Dereck pasó su brazo por mi cintura, como si pretendiera protegerme de lo que pudiera esperarnos en el interior de aquel edificio. Precedidos por el tipo misterioso, los cinco cruzamos el umbral y penetramos en la vivienda.
   -¡Cariño, ya estoy en casa!-exclamó tras cruzar el hall principal.
   Todo aquello era muy extraño. ¿A quién estaba avisando? Se escucharon unos pasos provenientes del piso superior y al poco oímos las pisadas descender por las escaleras.
   Una pequeña mujer apareció bajando la escalinata con una sonrisa en la boca. Llevaba puesto un sencillo vestido hasta las rodillas de color verde menta. Sobre éste, mostraba un manchado delantal blanco atado a su cuello y cintura. El pelo, de un color caoba, lo llevaba recogido en un improvisado moño del que caía algún que otro mechón. Bajaba limpiándose las manos con un pequeño paño de cocina.
   -Os estábamos esperando, chicos-nos dijo con una cálida sonrisa al llegar a la base de la escalera de madera. Tras decir eso, se acercó a Rand y, elevándose unos centímetros, depositó un delicado beso en los labios del hombre. Aquello explicaba todo.
   Sonreí divertida con la escena. Rand era la pareja de la señora Harmon. Por eso nos había asegurado que la conocía. De una manera u otra, él debía estar enterado de que íbamos a llegar a la ciudad y nos estaba esperando.
   -Estoy haciendo un pastel de carne, supongo que tendréis hambre.
   -¡Me muero por un bocado de eso!-gritó Jeremy. Se pasó la lengua por los labios como si empezara a salivar.
   -Supongo que usted será la señorita Harmon, ¿no?-dedujo Dereck, siendo más cauteloso que ninguno.
   -Oh, siento el descuido-se precipitó la mujer-. Mi nombre es Caitlin, y Rand es mi marido-aclaró cualquier confusión.
   -¿Comemos?-propuso el chico rubio, más famélico que ninguno.
   -Antes de eso creo nos tendrían que explicar algunas cosas-pidió Dereck de forma educada, todavía sin separarse de mi lado.
   -Estoy segura de que tenéis muchas dudas y me gustaría resolvéroslas todas y cada una de ellas-convino la pequeña mujer junto a Rand. Hacían una pareja de lo más peculiar. Él era alto y corpulento, mientras que ella era pequeña y delgada-. Mi marido y yo estaríamos encantados de que nos acompañaseis en la comida y repongáis fuerzas. Después os explicaremos todo detenidamente-volvió a proponer.
   A pesar de lo frágil que parecía ser, su actitud denotaba fuerza e inteligencia. Escucharla hablar era como oír al más destacado catedrático de una universidad.
   -Está bien-aceptó Dereck, mirándonos al resto en busca de nuestra aprobación.
   Como ninguno nos opusimos, en especial Jeremy, subimos la escalera por la que momentos antes había aparecido la mujer y entramos en una acogedora cocina decorada en tonos blancos y azulados. Como nos indicó, los cinco tomamos asiento en las sillas que habían dispuestas en torno a una mesa, aguardando mientras la mujer nos servía la comida.
   Una vez que todos teníamos los platos llenos y los vasos rebosantes, ella y Rand también se sentaron con nosotros.
   -Supongo que ya sabréis, que estáis aquí para que os ayudemos-dijo mirando por encima de su vaso de cristal, tras beber un pequeño sorbo del líquido transparente que había en su interior.
   -Sí, señora-contestó Erika sentada dos sillas a la derecha de la anfitriona.
   -¡Oh, eso suena muy mayor!-se negó entre risas-. Prefiero que me llaméis simplemente Caitlin. A su vez, supongo que no os importará que use vuestros nombres de pila, ¿no?
   Todos negamos con la cabeza al unísono.
   -Me da la sensación de que Armos no os ha puesto al tanto de nada-supuso con una leve sonrisa.
   -Tan sólo nos dijo que al llegar a esta ciudad teníamos que preguntar por ti-repuso Dereck-. Tú nos ayudarías a encontrar…
   El chico no terminó la frase, dudoso de aportar demasiada información.
   -La Daga de la Diamantine-completó ella-. Tanto mi marido como yo estamos al tanto de todo, tranquilos.
   -Entonces, ¿no sabéis nada más?-inquirió de nuevo Rand.
   -Nada-contestó Erika.
   -Me lo temía-dijo Caitlin bajando la vista a su plato-. Bien, pues entonces tendremos que ser nosotros quienes os expliquemos todo-subió la vista y la clavó en la cadena que pendía de mi cuello-. ¿Es un auténtico collar Looved?-preguntó cambiando radicalmente de tema y sin poder apartar la mirada de mi colgante.
   Inconscientemente, me llevé la mano al cuello.
   -Sí-contestó Dereck por mí-. Muestra sus emociones cambiando de color.
   -¡Eso es maravilloso!-exclamó levantándose de la silla y acercándose a donde yo estaba sentada-. ¿Puedo, cielo?
   Me encogí de hombros y permití a aquella peculiar mujer que cogiese el cristal entre sus manos. Lo observó detenidamente, asombrada con el péndulo de cristal.
   -Sólo hay uno en toda Altarsia-mencionó.
   -Lo sé-afirmé.
   La mujer sonrió dulcemente.
   -Consérvalo muy bien, Nora. No sabes lo afortunada que eres de tenerlo en tu poder. Es todo un tesoro.
   -¿Cómo sabes mi nombre?-pregunté con la boca abierta por la sorpresa.
   -A diferencia de Armos, yo sí he hecho mi trabajo-contestó separándose de mi lado.



Después de que Caitlin recogiera los platos con nuestra ayuda, indicó a su marido que nos acompañara a un pequeño salón contiguo a la cocina. La distribución de las estancias en la casa era un tanto peculiar. En la planta baja no había nada más que el espacioso hall en el que intercambiamos las primeras palabras. En el primer piso, se encontraba la cocina, el salón, un cuarto de baño y una pequeña oficina repleta de libros y archivadores que apenas pude ojear. Continuando a la anterior escalinata, había una más que conducía a otra planta superior y deduje que daría acceso a las habitaciones de la vivienda.
   Poco después de acomodarnos en el espacioso salón, apareció ella con su ya típica sonrisa. A diferencia de antes, se había desprendido del delantal, dejando a la vista el delicado vestido color menta.
   -No sé muy bien por dónde empezar-dijo titubeando-. Hay tantas cosas que debemos explicaros.
   -Estoy seguro de que los chicos no saben cuál es nuestro verdadero trabajo-le ayudó su marido, sentado junto a ella en uno de los tres amplios sillones de color avellana. En otro se encontraban Elena, Erika y Jeremy. Dereck y yo estábamos sentados juntos.
   -Tienes razón. Lo primero es lo primero-priorizó-. Mi marido y yo somos dos Guardianes del Fuego Eterno. Como es lógico, pertenecemos al grupo de siete que no estuvo presente la noche del ataque y del robo de la llave-explicó con su voz melosa-. Me imagino que estaréis pensando por qué no estamos protegiendo ahora el fuego.
   Asentimos.
   -Bien, debido a que la llave ya ha sido encontrada y está protegida de cualquier peligro, el fuego precisa de menos vigilancia. Aún así, tres guardianes se encargan de salvaguardarlo.
   -La noche en la que Galón tuvo su visión, nosotros también fuimos informados-dijo Rand, continuando la explicación-. Con el inminente inicio de una guerra, ayudamos al resto de los Guardianes a esconderla de nuevo para ocultar su paradero a los Unomortes y evitar que cayera en sus manos.
   -Con todos mis respetos, señor-comenzó diciendo Dereck con la mandíbula apretada-, creo que lo más justo sería que nosotros también supiésemos dónde está. Hemos estado buscándola durante meses.
   -Yo también creo que deberíais saberlo, pero a su debido tiempo, chico-concluyó Rand.
   Ante esa contestación, Dereck se tensó aún más. No era justo que nos mantuvieran al margen de su paradero después de todo lo que habíamos hecho-y sobre todo ellos tres- para encontrarla.
   -Ahora hay cosas más importantes en las que tenéis que centraros-recordó la mujer de pelirroja cabellera-. Estáis al tanto de la existencia e importancia de dos objetos fundamentales para la batalla final contra los Unomortes.
   -Ya tenemos uno, sólo nos queda la Daga-dijo Jeremy a la defensiva.
   Él también estaba dolido por la falta de confianza que habían depositado en ellos.
   -Exacto-contestó la mujer haciendo caso omiso al tono del muchacho-. Y ahí es donde entramos mi marido y yo.
   -La Daga es muy valiosa y muy antigua-comenzó diciendo Rand-. Y lo más importante: es un objeto mágico.
   -¿Por qué es tan importante que sea mágico?-pregunté curiosa.
   -Como habéis podido ver esta mañana, la gente de la ciudad no tiene poderes-me contestó poniéndose en pie y paseando de un lado a otro de la estancia-. Todo lo que implica magia lo consideran un tesoro y lo protegen como mejor saben: guardándolo en el Museo de Vanderval-explicó deteniéndose un segundo para luego continuar su caminata.
   -¿Y cómo vamos a conseguirla?-preguntó Jeremy.
   -Ahí es donde queremos ir a parar-dijo Caitlin, cruzándose de piernas. Con una de sus delicadas y pálidas manos apartó un mechón que se había escapado de su improvisado recogido-. Vuestra misión es robarla.
   -¡No podemos hacer eso!-exclamó Elena de pronto-. Va contra la ley.
   Aquella reacción no me extrañó en lo más mínimo. Elena siempre había sido una fiel defensora de la legislación y solía mostrarse reacia a todo aquello que supusiese infringirla. Tampoco la culpaba; si yo fuese hija de un padre juez y una madre abogada lo más probable es que pensara igual que ella.
   -Lamentablemente es la única manera de hacernos con el objeto-dijo Rand, encogiéndose de hombros. También parecía disgustado con los medios que íbamos a llevar a cabo, pero demostraba que el fin le importaba más.
   -Será un juego de niños. Nosotros tenemos varitas y ellos no-sentenció Jeremy, sonriendo con superioridad.
   -Siento defraudarte, muchacho, pero yo diría que va a ser algo bastante complicado, sin contar el riesgo que correréis-repuso Rand. Su mirada recorrió nuestras caras.
   -Intenté convencer a Armos de que nos dejase hacerlo a nosotros, pero se negó. Confía en vosotros y está seguro de que podréis haceros con ella sin mayor problema-. La negación reiterada de su cabeza demostraba el desacuerdo que sentía con el mandato de su superior.
   -Y así lo haremos-afirmó Dereck, seguro de sus palabras. Ver que Armos aún confiaba en nosotros hizo que se irguiera en su sitio.
   -No es tan fácil, chico-. Rand se mantenía firme en su posición-. El museo cuenta con todo tipo de alarmas y sistemas para impedir que ninguna pieza salga de allí.
   -Nosotros os ayudaremos a conseguirlo-añadió su mujer-. Tenemos que elaborar un plan con sumo cuidado y estudiarlo hasta que cada uno sepa como su nombre qué es lo que debe hacer, cómo y cuándo.
   -¿Cuánto tiempo creéis que tardaremos?-preguntó Erika, mirando a Caitlin y a Rand sucesivamente.
   -En tres días tenéis que estar preparados-contestó Rand después de unos segundos de dilación.



   -Echaba de menos una cama en condiciones-dije a la vez que me dejaba caer en el cómodo y mullido colchón que me habían asignado.
   El agradable matrimonio se había empeñado en que permaneciéramos en su casa durante el tiempo que nos llevara prepararnos. Dereck y Erika se negaron de inmediato alegando ser una carga más para ambos. En su defensa, ellos razonaron que sólo así se sentirían tranquilos, puesto que su casa era el lugar más seguro de la ciudad. Contra eso no pudieron rebatir nada, ya que no cabía ninguna duda de que era cierto. Estar con dos importantes Guardianes era la mayor seguridad que podíamos imaginar.
   -Ni que lo digas, tía-convino Elena haciendo lo mismo que yo y desplomándose sobre su colchón al mismo tiempo que exhalaba un profundo suspiro.
   -Con tantas cosas que nos han pasado-comencé diciendo-, no he vuelto a preguntarte cómo te encuentras-me acordé de pronto, incorporándome para poder mirarla directamente.
   El envenenamiento de mi mejor amiga era un tema que aún me preocupaba. Si habían intentado matarla en una ocasión, estando tan cerca de lograrlo, aumentaba las posibilidades de conseguirlo en una segunda oportunidad.
   -Janis me trató genial y casi todo el tiempo estuve durmiendo como una marmota. El veneno desapareció de mi cuerpo por completo-contestó sonriendo.
   -Estuvo muy cerca.
   -Pero estoy bien-le restó importancia.
   Suspiré.
   -Si te llegase a ocurrir algo…
   -No pienses en eso ahora-me ordenó-. Ya sabes lo que te digo siempre; vinimos juntas y nos iremos juntas.
   Sonreí haciendo un enorme esfuerzo.
   -De lo que ya no podemos dudar es de que la muerte es tan real como en nuestro mundo-convine.
   Elena estalló en carcajadas.
   -Ni que lo digas, tía-se unió-. Es el libro más real de toda mi vida.   
   Ambas nos reímos con un deje de amargura. Pensar que estábamos en el interior de las páginas de un libro, casi me había vuelto loca los primeros días. Con el paso del tiempo, empecé a acostumbrarme, a asumir que había una mínima posibilidad de que eso ocurriera. Tras la conversación con Armos y enterarme de que aquello era una dimensión paralela a la nuestra, pero igualmente real, fue un golpe bajo que nos obligó a olvidar todo lo considerado hasta el momento, y a empezar a creer en opciones mucho más complejas y apócrifas. Ahora, únicamente lo había aceptado, con la esperanza de que algún día podría llegar a comprender la complejidad de toda esa telaraña de quimeras.
   Aunque el cuarto lo compartíamos con Erika, en esos momentos ella no estaba presente. Habíamos echado a suertes el turno para darse un baño y cambiarse de ropa, y ella había salido la primera. El simple hecho de pensar en el agua caliente cayendo sobre mi dolorido y cansado cuerpo, me provocó un escalofrío de placer.
   Distraída de nuevo, contemplé la estancia con una sonrisa. Caitlin había cuidado hasta el más mínimo detalle. Nos había preparado una amplia habitación con tres camas y un baño propio. En ella también había un espejo de marco dorado y un tocador con accesorios como cintas para el pelo y peines. Una pequeña lámpara celeste pendía del techo iluminando la estancia. Pegada a la nuestra, estaba el cuarto de los chicos. Como ellos eran dos, la suya era algo más pequeña, aunque igualmente acogedora.
   -No he tenido tiempo para decírtelo antes, pero ¿sabías que la leyenda sobre las almas perdidas era cierta?-dije, recordando de súbito aquella noche en que Dereck y yo lo experimentamos en nuestra propia piel.
   Mi amiga se puso en pie de un salto.
   -¿Me estás diciendo que la historia que escribió tu abuela es verdadera?-inquirió con los ojos abiertos como platos.
   Sonreí.
   -Tan verdadera como pueda serlo teniendo en cuenta que estamos dentro de otro libro-respondí.
   -¿Tu libro y el suyo enlazados?-inquirió incrédula.
   -Ya, yo tampoco me lo explico.
   Elena dejó escapar un silbido de asombro.
   -¿Y cómo lo sabes?-preguntó intrigada.
   Le conté con todo detalle lo que sucedió esa noche; la iluminada fiesta, el interminable baile, el incómodo momento que había vivido con Ryan y la llegada fortuita de Dereck. Aunque dudé un instante, también le expliqué lo que ocurrió entre él y yo con los fantasmas.
   Mi amiga se había quedado del color de las paredes; blanca. Me escuchaba sin decir palabra y aproveché su silencio para continuar narrándole el inicio del ataque de los Unomortes. Tras asegurarme de que Erika no me escuchaba, terminé relatándole lo que sucedió la noche que pasé a solas con Dereck en la cueva.
   -¡Dios santo! ¡Vistes los fantasmas con tus propios ojos!
   Asentí con una sonrisa dibujada en mis labios.
   La cara de Elena era indescriptible. Una mezcla de fascinación e incredulidad.
   -Falto una noche y mira todo lo que ocurre-dijo con la mirada perdida-. ¡Este mundo es de locos!
   Al escuchar la frase que yo misma había pronunciado en más de una ocasión, solté una carcajada.
   -No fue para tanto-le resté importancia.
   -¡Oh, venga ya!-me recriminó-. ¡Me he perdido la noche más movida desde que estamos aquí por un estúpido envenenamiento!
   Volví a reírme con ganas.
   -Yo hubiese dado lo que fuera por estar en tu lugar y no tener que enfrentarme a los Unomortes-dije sincera.
   Mi amiga sonrió.
   -Ni a Dereck… ¿no?-ironizó.
   Mis mejillas se tiñeron rojizas con sus palabras.
   -Bueno, eso no lo cambiaría.
   -Sabía que estabas pillada por él-soltó a bocajarro.
   Mis pupilas se dilataron por la sorpresa.
   -Y si estabas tan segura, ¿por qué no me dijiste nada?
   Mi amiga se encogió de hombros.
   -Sabía que lo estabas pasando mal y no quise meter más leña al fuego-se justificó. Volvió a tumbarse en la cama, aunque esta vez a mi lado-. De todas formas, quiero que sepas que me alegro mucho por vosotros.
   Algo dentro de mí se relajó.
   -¿No te parece…mal que salgamos juntos?-pregunté dubitativa.
   Elena tomó una bocanada de aire y se incorporó ligeramente sobre sus codos para observarme mejor.
   -No-decretó, poniendo los ojos en blanco-. Sólo espero que sepas lo que estás haciendo.
   Un enorme jarro de agua helada se derramó sobre mí.
   -¿A qué te refieres?
   -No quiero que olvides que esto es un libro, tu libro-aclaró, más seria que de costumbre-. Jeremy, Erika, incluso Dereck, son personajes de él.
   Una voz gritó en mi interior.
   -Pero hemos dicho que esto es real-murmuré sintiéndome frágil de pronto-. Una dimensión paralela a la nuestra, pero existente al fin y al cabo. Él es real, Elena.
   Mi amiga hizo un mohín.
   -Puede-su respuesta me descuadró-. Pero no sabemos qué ocurrirá cuando regresemos a nuestro mundo.
   Parpadeé un par de veces. Lo que me estaba diciendo no era más que el eco de mis propios pensamientos, esos que me atormentaban desde que fui consciente de que me había enamorado de él. Pero lo cierto era que dolía más cuando alguien lo mencionaba en voz alta.  
   -Cuando vuelva a ver a Armos, le pediré que deshaga ese dichoso conjuro y me deje contarle la verdad. Buscaremos una solución-dije, segura de mis palabras-. Aún no sé cómo, pero cuando esto acabe seguiremos juntos.
   Mi mandíbula se había tensado casi inconscientemente. Mis ojos se hallaban fijos en los de mi amiga, más serenos.
   -Ojalá tengas razón-suplicó-. De todas formas, yo…
   Tragué saliva ruidosamente. Aguardé unos segundos, pero no parecía continuar la frase.
   -¿Tú qué, Elena?-la apremié.
   -No puedo evitar preocuparme por ti. Eres mi mejor amiga y no quiero verte sufrir.
   -Nadie ha dicho que vaya a sufrir-negué de inmediato.
   Apartó la mirada, incapaz de seguir aguantando la mía.
   -Al menos espero que seas consciente de que te estás metiendo en algo muy peligroso-decretó-. Enamorarte de Dereck es como jugar con fuego, Nora. Recuerda que puedes terminar quemándote.


1 comentario:

  1. oins... me encanta!! estoy deseando que subas el proximo capitulo!! :)

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Novela con Copyright

Aprovecho para especificar un detalle que no creí necesario en su momento por considerarlo obvio. La novela, "Más allá de la imaginación" está registrada íntegramente y consta de los derechos de autor (copyright) vigentes en la normativa actual, sino os aseguro que jamás me hubiese atrevido a colgarla por completo. Cuando se plagia una obra haciéndola pasar por propia y omitiendo el nombre del verdadero creador se viola, entre otros, el derecho moral del autor, y este podría exigir reparación por el perjuicio. Estas facultades morales son perpetuas, inalienables, inembargables, irrenunciables e imprescriptibles, como bien señala la Decisión 351 de la CAN (Régimen común sobre el Derecho de Autor y Derechos Conexos).

Con esto sólo digo que cada uno debe esforzarse y escribir algo original y único. Nunca nadie llegó a ser grande por plagiar a terceros.

Be original! =)