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jueves, 23 de febrero de 2012

Capítulo 7

7) “UN PLAN ARRIESGADO”


   -No es nada-. Intentó sonar creíble, pero su expresión de dolor lo delataba.
   Mi mente se nubló por el miedo y mis ojos no lograron enfocarle con total nitidez.
   -Ha sido mi culpa-me lamenté.
   -No, tú no has tenido nada que ver. Lo del león ha sido idea mía-me contradijo-. Además, hemos conseguido que te vuelvas invisible.
   Descendí mi vista, fijándola en el lugar donde tenían que estar mis manos. Mi mirada atravesó mi cuerpo y pude ver el suelo.

   -¡Pero a qué precio!-dije desilusionada.
   -Eres más poderosa de lo que pensaba-. Entrecerró sus ojos debido al dolor-. Lo has conseguido en un tiempo record.
   Volví a maldecirme en voz baja por ser tan inepta.
   -Soy una inútil-. No pude evitar expresar mis pensamientos en voz alta-. Después de tanto y aún no los controlo.
   Dereck sonrió.
   -Me encanta cuando te insultas a ti misma-dijo-. Estás muy graciosa.
   Le taladré con la mirada e ignoré su comentario. De forma inconsciente volví a buscar a la bestia con mis ojos.
   -¿Qué ha sido del león?
   -No había león alguno-respondió.
   -¡¿Qué?!-estallé desconcertada.
   -Era sólo una ilusión visual y auditiva-me explicó brevemente-. Lo veías y oías, pero no podía hacerte daño. Era un espejismo.
   -El…el suelo temblaba y las cajas también-me justifiqué.
   -Efectos especiales.
   En ese momento lo odié por haberme engañado.
   -¡Mira lo que has conseguido con tu juego!-grité, señalando su abdomen.
   -Deja de regañarme, gatita-me pidió-. Y ayúdame a curarme.
   Me mordí el labio inferior para contener las palabras que pugnaban por salir de mi garganta. Deseaba seguir recriminándole por haber jugado con algo tan peligroso, pero su dolor me preocupaba más.
   -Bajemos a que te vea Caitlin.
   -No-se negó de inmediato. Apoyó la cabeza en la pared y cerró momentáneamente los ojos. El dolor debía de ser insoportable-. Yo puedo solucionarlo.
   -Pero…
   -Nora, no hace falta alarmarla por esto-insistió.
   Dejé escapar de golpe todo el aire que habían retenido mis pulmones.
   -Eres un cabezota.
   Una leve sonrisa iluminó su cara.
   -Y tú una hipocondríaca.
   Abrí la boca para continuar con la batalla dialéctica, pero un gemido por su parte me recordó que lo transcendental en ese momento era la herida.
   -Déjame que lo vea mejor.
   Cerró de nuevo los ojos y apartó la mano de su costado dejando al descubierto una mancha rojiza que tenía su camiseta azul cielo. Aquel primer indicio no me gustó. Le subí la prenda despacio, lo suficiente para poder observar mejor el aspecto que presentaba. Era una pequeña pero profunda herida abierta.
   -No tiene buena pinta-dije con el ceño fruncido y acercándome un poco más para analizarla mejor-. Sigo pensando que lo mejor es que Caitlin te cure.
   -No insistas-me pidió entre jadeos-. No es para tanto.
   -No paras de sangrar y te cuesta hasta respirar.
   -Lo solucionaré-dijo, como si con ello creyera que me iba a tranquilizar-. Sácame la varita de mi bolsillo, por favor.
   Dudé un instante, incapaz de discernir qué tenía en mente. Repitió una vez más que me calmara y terminé introduciendo la mano en la apertura derecha de su pantalón vaquero.
   -Espero que no te aproveches del momento-dijo con una sonrisa pícara.
   Un intenso rubor cubrió mis mejillas. Fue entonces cuando agradecí enormemente ser invisible.
   -¿Acaso es lo que quieres?-dije por el contrario, siguiéndole el juego.
   Dereck soltó una carcajada que pagó muy caro al intensificarse el dolor del costado.
   -Dejémonos de bromas-. Puse punto y final a la charla antes de que aquello empeorara.
   Cuando conseguí sacar la varita, la cogió con manos temblorosas. Pronunció uno de sus conjuros de difíciles palabras y la herida dejó de sangrar, cicatrizándose por arte de magia.
   Arrugué el entrecejo, disgustada.
   -No te has curado, tan sólo la has… ocultado-. Se había limitado a volverla invisible al ojo humano. Estaba convencida de que internamente la herida aún seguía estando presente. Sin embargo, ignoró mi reproche y se bajó de nuevo la camiseta, dando por concluido el trabajo-. Insisto en que tendría que verte Caitlin o Rand.
   -Te has vuelto visible-dijo, mirándome a los ojos y haciendo caso omiso a mis palabras-. Y estás roja.
   Otra vez esa sonrisa juguetona.
   -No me cambies de tema-tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no distraerme. Su salud era lo más importante para mí. Todavía seguía preocupada.
   Dereck se rió, aproximándose a mí.
   -¿Te pongo nerviosa?-inquirió en un susurro.
   Notaba cómo iba acercándose lentamente. Su boca y la mía estaban muy próximas cuando hablé.
   -Se te da bastante bien intentar distraerme.
   -¿Intentar? Creo que ya lo he conseguido.
   Tragué saliva y procuré no desviarme del tema. No obstante, su proximidad era más de lo que podía soportar.
   -Me encanta saber que te preocupas por mí.
   Suspiré profundamente.
   -Más de lo que te imaginas-confesé.
   Volvió a reírse y capturó mis labios con los suyos. Colocó su mano en mi cintura y yo las mías en su cuello, atrayéndole más a mí. Nuestras bocas se movían al compás, fundiéndonos en un beso intenso y exigente. El fuego creció en mi interior y fue trasladado a cada célula de mi cuerpo a través de la sangre que bullía en mis venas. Cuando se separó, oí gritar de deseo a una voz en mi fuero interno.
   -Eres mi perdición, lo sabes, ¿verdad?-murmuró, con su boca muy cerca de mi oído.
   Sonreí complacida con sus palabras. La luz rojiza de mi collar, claro signo de los que sentía por él, iluminaba el lugar.
   Continué observándole un par de minutos más. Sus ojos, luciendo con un azul más intenso de lo habitual, se hallaban fijos en los míos, de un suave verde. Sus manos aún estaban ancladas en mi cintura y las mías en la curva de su cuello. Mantenía la boca entreabierta, como si quisiera volver a besarme.
   -¿Qué ocurre?-preguntó.
   Le había observado más tiempo del que creía, quedándome absorta admirando su físico.
   -Creo que cada día me gustas más-confesé sin pensar cómo podría sonar en voz alta.
   Esbozó una media sonrisa.
   -Si te sirve de consuelo, con cada minuto que pasa tú me vuelves más loco.
   Estallé en risas al oírle.
   -Anda, vamos-. Me separé de él y me puse en pie-. Será mejor que lo dejemos.
   Dereck me imitó y con mi ayuda se levantó, quedando unos centímetros por encima de mí.
   -Apenas hemos practicado.
   -Yo he conseguido volverme invisible y tú has acabado herido-resumí-. Por hoy ya está bien.
   Adoptó un gesto de fastidio.
   -Ahora empezaba lo mejor.  
   Dejé escapar una carcajada.
   -¿Te refieres al entrenamiento o al beso?
   Chasqueó la lengua y me guiñó un ojo.
   -Claramente al beso.
   Volví a reírme con ganas y sin esperármelo, me agarró por la cintura y atrapó mi boca con la suya, acallando mi risa. Cuando sus labios suavizaron el roce, ya ni me acordaba de lo que estábamos hablando. Decididamente, había perdido la cabeza por él.



Después la abrumadora mañana, Caitlin preparó una excesiva comida con multitud de platos. Había que reconocer que era una excelente cocinera. Rand había contribuido, pero la mayor parte del mérito le pertenecía a ella.
   Tras saciar nuestro apetito, acordamos descansar un par de horas en las habitaciones. La tarde sería infinitamente más larga que la mañana y debíamos tener fuerzas para afrontarla.
   El agradable matrimonio se quedó en la cocina hablando de temas más personales, cuando nosotros nos dirigimos al piso superior. Los chicos se perdieron en el interior de su cuarto y nosotras en el nuestro.
   Mientras nos poníamos ropa más cómoda, Erika nos contó los avances que lograron respecto al plan. Ella, Jeremy y Rand habían conseguido encontrar una entrada distinta a la principal. Se trataba de una puerta trasera cuya única vigilancia era una cámara de seguridad instalada sobre ésta. También habían averiguado que la Daga descansaba en una sala de la segunda planta, en el pasillo diecisiete.
   Aunque se la veía contenta con los nuevos avances, prefería no ilusionarse hasta que no tuviéramos el plan pensado al milímetro. Mejorábamos notoriamente, pero el riesgo al que nos expondríamos era considerable.
   Elena también nos relató sus progresos con Caitlin. Entre ambas habían redactado y ensayado el tipo de entrevista que debía aprenderse de memoria para asegurarnos de que, esa misma tarde, la escogieran a ella como guardia de seguridad en sustitución al hombre que se había puesto enfermo recientemente.
   Cuando las chicas me preguntaron por mi mañana, noté un nudo en el estómago. Me limité a esclarecer que había conseguido hacerme invisible gracias a la ayuda de Dereck. Prefería no comentar nada sobre el incidente con mis poderes y el fatídico resultado. No di detalles ni hice alusión a lo ocurrido en la buhardilla con el fin de no alarmarlas. Afortunadamente se dieron por satisfechas con esa escueta respuesta y no me hicieron más preguntas al respecto.
   No sé en qué preciso momento dejamos de hablar, pero en algún instante el sueño me venció, apoderándose de mi consciencia y sumiéndome en un profundo letargo.



Abrí los ojos tras oír una voz masculina muy familiar. La habitación se hallaba sumida en una penumbra absoluta. Debido a esa oscuridad que bañaba el lugar, no fui capaz de reconocer al intruso. Bostecé y me desperecé con pesadez. A mi lado podía escuchar las lentas respiraciones de mis amigas, que dormían plácidamente. Me incorporé en la cama y recosté mi espalda en el cabecero de madera. Al apoyar mis manos en el colchón, noté una salsa pringosa acariciando mis dedos.
   -Argh, ¿qué es esto?
   Erika y Elena se despertaron al instante cuando me escucharon hablar en alto.
   -¿Qué ocurre?-me preguntó la primera, aún más dormida que despierta.
   -No lo sé-dije un tanto desconcertada-. ¿No os huele raro?
   -Sí, como a…chocolate-respondió Erika.
   -Y a vinagre-añadió asqueada Elena.
   Bajé las piernas del colchón y mis pies plantaron sobre más salsa de esa. Con una mezcla de aversión y confusión, me encaminé hacia el interruptor de la habitación.
   Cuando la luz iluminó la estancia, mi boca se abrió desmesuradamente. La imagen que se mostraba ante mi era del todo irrealista. Nuestras camas, el suelo, las mesillas, nuestra ropa y nosotras mismas, estábamos embadurnadas de ese jugo de chocolate y algo sumamente pringoso. Mi pelo era una masa de rizos enredados y húmedos. Mi cara, mis piernas y mis brazos estaban cubiertos por ese pringue.
   Alcé la vista, contemplando a mis dos amigas. Ellas habían corrido la misma suerte que yo. Toda nuestra habitación era un mar de suciedad.
   -¿Quién ha podido…?-. Las risas provenientes del otro lado de la habitación interrumpieron la pregunta de Elena.
   -¡Dereck!-chillé con los ojos fuera de las cuencas.
   Abrí la puerta a tiempo de ver a ambos riéndose a carcajadas al otro lado de la pared. No pude recriminarles nada antes de que un montón de esa salsa pasara rozando mi nuca y golpeando de lleno a Jeremy en el brazo. El afectado dejó de reírse de inmediato.
   -¿Queréis guerra?-preguntó muy serio-. ¡Pues os daremos guerra!
   Pasó por mi lado como una exhalación y se lanzó sobre las dos chicas, empapándolas aún más de ese mejunje. Me quedé petrificada observando la escena, pero antes de que pudiera reaccionar, Dereck pasó sus brazos por mis piernas, levantándome del suelo sin apenas inmutarse. Conmigo encima, caminó hasta mi cama y me arrojó sobre el colchón, embadurnándome con sus manos en aquel pringue asqueroso.
   -¡Para, para!-le suplicaba mientras hacía hasta lo imposible por librarme de él.
   Erika, Elena y Jeremy peleaban de igual modo, empapándose con esa mezcla.
   Logré zafarme de sus manos y empujarle por el pecho. Con el impulso, Dereck cayó hacia atrás sobre el colchón, momento que aproveché para situarme sobre él.
   -¿No irás…?
   -Tú lo has querido-. Sonreí triunfal y le estampé un puñado de chocolate en la cara.
   Dereck me agarró de la cintura, rebozándome en mis sábanas empapadas y él conmigo. Nos divertimos con ese juego el resto de la tarde. Al principio las chicas sólo atacábamos a los chicos. Cuando un pegote de salsa proveniente de Elena se estampó en mi espalda, rompimos las reglas y aquello se volvió una masacre. Todos luchábamos contra todos, ensuciándonos y riéndonos de nuestro aspecto asqueroso.
   Fue la voz de Caitlin la que dio por concluido el juego. La cena ya estaba lista y nosotros aún seguíamos pringosos. Estábamos agotados y sin un rastro de limpieza en nuestro cuerpo. Los chicos desaparecieron para bañarse y cambiarse antes de bajar y nosotras hicimos lo mismo.
   Con un conjuro de Erika, la habitación quedó intacta, tal como estaba antes de la guerra de chocolate. Ojalá me hubiese acordado de que podía usarlo también con mi pelo, antes de perder algo más de veinte minutos en eliminar todo rastro de salsa. Terminé lográndolo tras enjabonarlo y aclararlo tres veces.
   Cenamos sentados en la mesa de cocina, como acostumbrábamos. Un ambiente discernido nos envolvió a los allí presentes. Por primera vez desde que llegué a ese mundo, me sentí totalmente feliz. Compartimos anécdotas y nos reímos con las bromas de Jeremy. Aproveché el momento para conocer mejor a nuestros anfitriones y preguntarles acerca de sus vidas. Lo cierto es que, con cada nuevo relato que nos contaban, me caían aún mejor. Ambos me parecían personas incomparables. Eran inteligentes, suspicaces y valientes. Aquel instante mágico llegó a su fin, cuando el matrimonio nos pidió que nos reuniéramos en el salón de la vivienda. Había llegado el momento de seguir con la misión.  
   Dereck, que caminaba a mi lado agarrado de la mano, tironeó de mí para hacerme sentar a su lado en el sillón color avellana.
   -La entrevista de Elena ha sido todo un éxito y le han contratado para cubrir la noche en el museo-. La sonrisa de Rand logró tranquilizarme.
   -Cariño, creo que ya es hora de que les cuentes a los chicos cuál es nuestro plan.
   Caitlin se había situado en una butaca junto a su marido. Mantenía una pierna cruzada por encima de la otra y descansaba los brazos sobre su regazo. Como siempre, permanecía calmada y sonriente.
   -Está bien-convino él-. En un principio pensábamos que sería mucho más complejo, pero habéis trabajado muy bien y hemos conseguido lo que necesitábamos en un tiempo record. Por todo ello, Caitlin y yo hemos decidido adelantar los planes.
   Mi mandíbula se descuadró.
   -¡Genial!, ya estaba harto de esto, necesito un poco de acción-dijo Jeremy emocionado ante la perspectiva-. ¿Y cuándo daremos el golpe?
   -Mañana por la noche-contestó Rand.
   -¿Tan pronto?-preguntó Dereck tan sorprendido como yo-. Con todos mis respetos, pero no creo que estemos preparados para hacerlo. Apenas hemos practicado. Nora todavía no controla sus poderes y ni siquiera sabemos qué es lo que tenemos que hacer cada uno.
   Tenía razón, era demasiado precipitado.
   -No te preocupes-dijo Caitlin. Le miró directamente con sus dulces ojos verdes-. Como ya he dicho, ahora Rand os explicará en qué consiste el plan y mañana dedicaremos todo el tiempo que necesitéis en ensayarlo.
   -Sigo creyendo que en un día no podemos organizarnos-susurró Dereck, de tal forma que sólo yo pude oírle.
   -Escuchadme bien, muchachos-nos pidió Rand con su profunda voz masculina-. El museo cierra las puertas a las ocho en punto. Es entonces cuando el servicio de limpieza se pone manos a la obra y se produce el cambio de personal. Así, los guardias de noche relevan a los del día. Es ahí cuando entra en acción Elena-dijo mirándola con una sonrisa-. Ella, junto con otra chica, son las encargadas de vigilar el lugar durante toda la noche.
   -¿Y cuándo entraremos nosotros?-preguntó el chico rubio.
   -No seas impaciente, Jeremy, y deja que continúe explicándonos-le reprochó Erika.
   -Como iba diciendo-siguió hablando Rand-, aunque el museo cierre a esa hora, vosotros tres no entraréis hasta que caiga la noche y oscurezca. Eso facilitará que no os reconozcan. Lo haréis por la parte trasera y será Elena quien se encargue de dejar la puerta posterior abierta. 
   Había caído en la cuenta de que no me había mencionado todavía. ¿Qué sería lo que tenía en mente para mí?
   -Ya os dije que la puerta trasera carece de detector anti-magos o mejor dicho, anti-varitas-nos explicó Caitlin.- Así que podéis pasar tranquilamente sin ser reconocidos. Sin embargo, hay cámaras que vigilan todas las salas del museo, así como las puertas y las ventanas, por lo que seríais capturados por ellas.
   -¿Y cómo lo evitamos?-preguntó Erika.
   -Ahí es donde interviene nuestra brujita- Rand me dirigió una rápida mirada-. Nora cruzará la puerta principal junto a Elena. Puesto que no llevas varita, atravesarás los detectores sin problemas.
   -¿Me haré pasar por una visitante más?-inquirí.
   Negó con la cabeza.
   -Nadie sabrá que has entrado. Las cámaras no te captarán y podrás moverte por el interior sin levantar sospechas.
   -Me haré invisible-dije, entendiéndolo.
   El simpático hombre asintió.
   -Ya os hemos dicho que todo el museo, incluida la puerta trasera, está vigilado por cámaras de seguridad. Sólo Elena, como nueva vigilante del museo, y su otra compañera tienen acceso a la sala de control.
   Poco a poco las cosas fueron aclarándose.
   -Cuando llegue el turno de que Elena haga la ruta de inspección, Nora la seguirá-empezó a descifrar el plan-. Actuará como si estuviera revisando la sala de control, momento que Nora, totalmente invisible, aprovechará para programar las cámaras. Ella se encargará de detener el tiempo de grabación durante veinte minutos, exactamente los veinte minutos que tendréis para robar la Daga, entre las doce de la noche y las doce y veinte-dijo Rand, intentando ser lo más conciso posible,
   -A las nueve, abandonarás el museo a la vez que el servicio de limpieza-dijo Caitlin, señalándome a mí-. Te reunirás con ellos tres fuera del recinto y esperaréis el momento indicado. A las doce en punto, los cuatro entrareis por detrás.
   -Aunque Nora detenga la grabación de las cámaras, todas las salas cuentan con otro tipo de vigilancia, ¿cómo la desactivaremos?-preguntó Dereck, todavía reacio a la idea de robar la Daga tan pronto.
   -Tengo los planos con todas los dispositivos de seguridad y mañana practicaremos cómo evitarlos-contestó Rand.
   -Bien, una vez que tengamos la Daga, ¿qué hacemos?-quiso saber Jeremy, que se mostraba mucho más ilusionado que el resto.
   -He alquilado esta tarde dos coches-le respondió Caitlin.
   -Todos, excepto Elena que tendrá que esperar a que amanezca, saldréis a las doce y veinte por la puerta trasera por la que entrasteis-continuó explicándonos Caitlin-. Habréis llegado con los coches y abandonaréis el lugar en ellos.
   -¡Voy a conducir un coche!-exclamó Jeremy eufórico.
   -Pero si nosotros no sabemos conducir-objeté. Aún tenía diecisiete años, edad inferior a la necesaria para manejar uno.
   -Vosotras dos no-afirmó Caitlin-, pero ellos tres tuvieron que examinarse en Firmingan.
   -¿En el norte no os dan clases de conducir?-. La expresión de extrañez de Erika me perturbó.
   Un nudo se formó en mi garganta.
   -Sí, pero al año que viene-mentí.
   La chica se dio por satisfecha con esa respuesta.
   -¿Y por qué dos coches y no uno?
   -En el caso de que os descubran antes de que logréis escapar, seguir a dos coches es más complicado que a uno-me contestó la afable mujer-. Iréis dos en cada coche. Las parejas las podéis elegir vosotros.
   -¿Hasta dónde tendremos que conducir?
   Las preguntas se sucedían una de tras de otra. Era muy grande el déficit de información, y muy reducido el tiempo con el que contábamos.
   -Quedaremos en un descampado que se encuentra en los límites de la ciudad, a unos treinta kilómetros al este-le respondió Rand.
   -¿Y qué hago yo?-. Elena seguía desconcertada, como la mayoría-. Aún no me aclaro. ¿Tengo que quedarme allí cuando descubran que han robado?
   -Tendrás que esperar a que amanezca. Si todo sale bien, las alarmas saltarán poco después de que los chicos escapen. En unos minutos tendrás al CSC encima y no te quedará más remedio que contestar a las preguntas que te hagan-le informó Caitlin.
   -¿Qué es el CSC?
   -Es el Cuerpo de Seguridad de la Ciudad-me explicó escuetamente y se giró para devolver la atención a Elena-. De todas formas, no te preocupes, cielo. Rand estaré allí para ayudarte. Una vez que termine el interrogatorio, te llevará junto al resto.
   -Son demasiadas cosas…creo que Dereck tiene razón, todavía no estamos preparados-dije, imaginándome lo que ocurriría si cometiésemos un error.
   -Para ser los que vais a salvar Altarsia, sois un poco miedosos, ¿no?-dijo Rand con una sonrisa retadora-. ¿Acaso os estáis arrepintiendo de haber aceptado esta misión?-. Paseó su mirada por los cinco, hasta terminar deteniéndose en Dereck-. ¿Es que no os gustan los retos?
   Como si hubieran pulsado el interruptor adecuado, el interpelado se puso rígido en el asiento, con la cabeza alzada. Suspiré sabiendo lo que había ocurrido. Rand debía de saber la debilidad que sentía Dereck por los retos, y no dudó en proponerle uno nuevo con el fin de que aceptara aquel plan suicida.
   -A estas horas, mañana por la noche, la Daga será nuestra.
   Rand dejó escapar una carcajada de satisfacción.
   -¡Eso es lo que quería oír, chico!





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Novela con Copyright

Aprovecho para especificar un detalle que no creí necesario en su momento por considerarlo obvio. La novela, "Más allá de la imaginación" está registrada íntegramente y consta de los derechos de autor (copyright) vigentes en la normativa actual, sino os aseguro que jamás me hubiese atrevido a colgarla por completo. Cuando se plagia una obra haciéndola pasar por propia y omitiendo el nombre del verdadero creador se viola, entre otros, el derecho moral del autor, y este podría exigir reparación por el perjuicio. Estas facultades morales son perpetuas, inalienables, inembargables, irrenunciables e imprescriptibles, como bien señala la Decisión 351 de la CAN (Régimen común sobre el Derecho de Autor y Derechos Conexos).

Con esto sólo digo que cada uno debe esforzarse y escribir algo original y único. Nunca nadie llegó a ser grande por plagiar a terceros.

Be original! =)