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domingo, 19 de febrero de 2012

Capítulo 6

6) “CUANDO HIERES A QUIEN QUIERES”


Esa tarde la dedicamos exclusivamente a descansar. El sueño acumulado de las noches anteriores hizo mella en nosotros. Tras ducharnos y cambiarnos de ropa, abordamos el salón, haciéndonos dueños de los sillones. Una animada y divertida conversación reinaba entre los allí presentes. Caitlin resultó ser una interlocutora inigualable. Era alegre, sutil y perspicaz. Una mujer incomparable con todas las conocidas anteriormente. Las bromas de Jeremy aportaban a la charla una nota divertida. No podíamos parar de reírnos con sus ingeniosos comentarios.

   Las horas fueron sucediéndose a una velocidad vertiginosa y cuando quisimos darnos cuenta, el sol se había esfumado al caer el anochecer. Las amplias ventanas de la estancia dejaban entrever la oscuridad que imperaba en las desérticas calles de la ciudad. Se trataría de una negrura absoluta, de no ser por las titilantes farolas que iluminaban tenuemente el exterior.
   Cuando fuimos conscientes de la hora, Caitlin abandonó el salón y desapareció tras la puerta de la cocina. En poco más de veinte minutos, preparó una deliciosa cena con una gran variedad de suculentos platos. Esa vez, Rand no compartió mesa con nosotros debido al trabajo que tenía acumulado en el ayuntamiento. Trabajaba allí de incógnito y eso nos permitía obtener valiosa información sobre la mística Daga. Teniendo en cuenta los pocos días de los que disponíamos, dedicaba todo el tiempo posible a la adquisición de datos.
   Después de la agradable cena, acompañada de una sobremesa más entretenida aún, Caitlin propuso que nos fuéramos a dormir. Al día siguiente comenzaríamos a trazar el arduo plan para el robo y precisábamos estar descansados. Al principio denegamos la oferta, pero tras abrírsele la boca escandalosamente a Jeremy, tuvimos que aceptar que estábamos agotados.
   Los cinco subimos a la planta superior, y tanto Erika como Elena desaparecieron tras cruzar la puerta de nuestra habitación. Jeremy intercambió una sonrisa cómplice con su amigo y después se despidió de ambos con parsimonia. Al fin, Dereck y yo nos quedamos solos en el rellano que unía las habitaciones.
   -Lo han asimilado bastante bien-dijo, tomándome la mano y dirigiéndome a la escalera que ligaba la planta inferior con esa. Tomamos asiento en un peldaño, el uno al lado del otro.
   Hice un mohín.
   -Todos excepto Erika-afirmé.
   Su expresión permaneció impasible ante mis palabras.
   -¿Te importa?
   -Es tu amiga. No quiero que se enfade contigo y que a mí me odie-declaré.
   Dereck pasó sus brazos por mi cintura, obligándome a girarme y apoyar mi cabeza en su pecho.
   -Terminará asimilándolo.
   Cerré momentáneamente los ojos para concentrarme en la exquisita fragancia que desprendía su cuerpo.
   -¿Y si no lo hace?
   Se produjo un silencio entre ambos.
   -Nora, no pienso dejarte porque ella no lo comprenda o esté celosa-decretó.
   Solté de golpe todo el aire que habían contenido mis pulmones durante esa fracción de segundo que había permanecido callado.
   Segura de sus palabras, decidí cambiar de tema. Para unos minutos que pasábamos solos, no pensaba desaprovecharlos hablando sobre ella.
   -¿Puedo confesarte algo?
   -Claro-dijo y supe que sonreía detrás de mí.
   Oculté más mi cara en su pecho y aspiré perdiéndome en su cálido contacto.
   -Estoy asustada.
   Dereck agachó su cabeza y me besó en el cuello con delicadeza.
   -¿Qué es lo que te asusta?-quiso saber.
   Me mordí el labio inferior, sabiendo que perdía el sentido cada vez que se aproximaba más a mí.
   -Creo que algo va a salir mal. Si tú resultases herido…-. Aparté ese pensamiento de mi mente antes de que fuera tarde. Para entonces, el vello de mis brazos ya se había erizado.
   Dereck me estrechó más contra él.
   -Estamos hablando del mejor en las Artes Inaccesibles-bromeó, soltando una carcajada suave-. Nadie puede conmigo.
   Yo también sonreí.
   -Pero y si…
   -Deja de ponerte en lo peor-me suplicó-. Todo va a salir bien. No dejaré que te ocurra nada malo. Ni ahora ni nunca.
   Noté un escalofrío ascender por mi columna vertebral.
   -No temo por mí-negué de inmediato.
   -Pues deberías-. En contraposición a sus palabras, empeló un tono alegre-. Tienes algo que incita a cometer locuras a quien esté a tu lado.
   En esta ocasión fui yo la que me reí, teniendo que cubrirme la boca con la mano para evitar que el ruido despertara a nuestros amigos.
   Me giré, quedando de cara a Dereck. Observé su expresión perfecta y sus ojos hipnóticos y por un segundo temí quedarme hechizada con su perfección.
   -¿Y qué locura quieres hacer ahora?-. Le dediqué una sonrisa provocativa.
   Su mirada descendió hasta fijarse en mis labios.
   -Quiero besarte.
   Noté un colectivo de alborotadas mariposas revolotear por mi estómago haciéndome estremecer. Mi collar brilló intensamente con haces de luz rojizos.
   Me acerqué lentamente a él, aproximando su boca y la mía. Aprecié su aliento rozar mi nariz y solté una risita divertida. Tenía algo que me atraía más que el metal a un imán. Era magnético, hechizante y tremendamente enloquecedor. Cuando estábamos juntos, las agujas del reloj se detenían y el mundo dejaba de girar, concentrándose en nosotros dos. El sonido de los latidos de mi corazón se entremezclaba con el de los suyos. Mirarle a los ojos suponía perderse en lo más profundo de sus pensamientos. Un viaje del que jamás querría regresar. Estando él cerca, nada más existía a mi alrededor; sólo él y yo, la combinación perfecta de un sentimiento inexpresable.
   Rozó mis labios con los suyos y fuegos artificiales estallaron en mi interior. Pasé mis manos por su cuello, atrayéndole más a mí.
   -Me vuelves loco, ¿lo sabes, verdad?-susurró.
   Me reí y capturé su boca con la mía, fundiéndonos en un beso abrasador.
   Un ruido detuvo la magia del momento. Alzamos la vista, separándonos un poco. De pie frente a nosotros, Erika interpretaba el papel de sorprendida.
   -Siento interrumpiros-. Una sonrisa tímida se dibujo en sus labios-. Iba a beber agua, pensé que no estabais aquí.
   Mentira, dijo una voz en mi interior, aunque procuré ignorarla.
   -No te preocupes-le restó importancia Dereck-. Ya nos íbamos a la cama.
   Fruncí los labios y le taladré con la mirada.
   -Tienes que descansar, gatita-me susurró al oído, sólo para que yo lo oyera.
   Su comentario me hizo reír.
   -Hasta mañana-. Antes de que pudiera besarle, él rozó mi mejilla con sus labios.
    ¿Sólo eso?, pensé amargamente.
   Me separé de él y pasé junto a Erika. Su hombro y el mío chocaron casi imperceptiblemente. Antes de entrar en el dormitorio, miré por última vez el rellano, comprobando que Dereck ya había desaparecido por la puerta de su habitación.
   Una sonrisa tranquila iluminó mi rostro.



   -Rand vendrá enseguida, chicos-. Caitlin tomó asiento en uno de los sillones color avellana-. Hasta entonces, empezaré contándoos alguna que otra cosa sobre esta ciudad.
   Nos habíamos despertado cuando ni siquiera había salido el sol. Por delante se vislumbraba un día largo y duro, repleto de actividades y de entrenamientos. Caitlin nos preparó un desayuno completo y, tras engullir la comida, ocupamos los que se habían convertido en nuestros sitios en el salón de la vivienda.
   -Sí, llevamos aquí un día y ni siquiera sé cómo se llama-. La voz de Elena sonó con un leve tono irónico.
   La mujer de delgada complexión esbozó una sonrisa comprensiva.
   -Estamos en Grensville-. Empezó a narrar-. Desde luego no es la ciudad más grande ni la más importante de Altarsia. Apenas cuenta con diez mil habitantes. Sin embargo, es la más conocida debido a sus peculiares ciudadanos. Todos son magos sin varitas.
   -Yo tengo una duda-la interrumpió Jeremy-. Me he fijado en que vosotros dos sí que las conserváis. Si todos las han perdido, ¿cómo es que vivís aquí?
   -Sí, las tenemos, pero por nuestra propia seguridad, mejor que nadie lo sepa-dijo con una sonrisa. Sus ojos verdes brillaban con una calidez especial. Aunque el tono de los mismos era más oscuro que el mío, destacaban con su cabellera caoba.- Rand y yo vivimos aquí desde hace tres meses. Armos nos encomendó venir a esta ciudad para reunir la información necesaria respecto a la Daga de la Diamantine. Durante todo este tiempo, ambos hemos adoptado identidades diferentes. Nos hacemos pasar por simples magos a los que les arrebataron sus varitas.
   -¿Y qué pasaría si alguien se enterase de que vosotros sí que tenéis?-preguntó Elena sentada entre Jeremy y Erika.
   -En el mejor de los casos, nos echarían de la ciudad prohibiéndonos volver a entrar-contestó-. Pero también podría ocurrir que los Jakies intentaran robarnos las varitas.
   -¿Quiénes?-. Dereck frunció el ceño desde mi lado.
   -Los Jakies son una banda de magos de magia oscura. Son, para que me entendáis, la monarquía que impera en esta ciudad. Se encargan de pasar un filtro por todos los habitantes, de tal manera que si encuentran a alguien que reside aquí mientras conserva su varita, se encargan de arrebatársela. Lo que pretenden es someter a los ciudadanos. El hecho de que alguien viva aquí y cuente con su varita, supone un riesgo para ellos, puesto que en cualquier momento podría hacerles frente y arrebatarles el poder. Pero van aún más lejos. Tras conocer la vida del dueño a través de ella, le torturan hasta matarle utilizando sus miedos más ocultos-. La voz de Erika nos había apresado desde que pronunció la primera palabra de su discurso. Con un leve gesto de su varita, hizo aparecer en su mano un viejo libro que pasó a Elena para que pudiéramos contemplar una imagen.
   -Así es-dijo Caitlin-. Los Jakies son uno de los grupos más peligrosos, después de los Unomortes, claro. Sólo se diferencian en que éstos últimos son más y se encuentran en todos los lugares. Afortunadamente, a los Jakies se les ha conseguido concentrar en la zona oeste de Altarsia-explicó sin alterar la expresión de su rostro de porcelana.
   -Pero si eres brujo en vez de mago, ¿les importa que hagas magia?
   -Los brujos están aún peor considerados que los Lagues o los simples magos, Nora-. Su mirada se centró en mí, dedicándome toda la atención-. Los Jakies conviven con centenares de magos que han perdido su varita, pero no soportan vivir con brujos. Recuerda que temen que les quiten del poder, por lo que éstos suponen una amenaza constante al ser capaces de utilizar su magia sin requerir ningún objeto adicional.
   Ante aquella revelación noté un hormigueo en las palmas de mis manos.
   -Entonces, los cuatro estamos en peligro.
   -Por eso debemos agilizar el plan para hacernos con la Daga, con el fin de que os marchéis de esta ciudad lo antes posible-. Caitlin mostró por primera vez un semblante serio.
   Cuando el libro llegó a manos de Dereck, me acerqué para observar detenidamente la terrorífica imagen que salía representada en él. Se trataba de un grupo de hombres y mujeres, la mayoría de unos treinta años. Todos vestían por igual con pantalones negros, camisetas oscuras y descalzos. Hubo un detalle que me llamó especialmente la atención; ninguno de los que salían en el retrato llevaba la cara tapada y en sus frentes mostraban una pequeña marca negra, que consistía en un círculo y en el centro una letra: la J.
   -¿Lo llevan todos?-pregunté señalando aquel grabado.
   Caitlin se acercó un poco para ver qué era lo que le preguntaba.
   -Sí, es su marca característica.
   -Si queréis conservar vuestras preciosas cabecitas, ya sabéis, nada de usar la magia en público-. La grave voz de Rand captó nuestra atención desde el umbral de la puerta del salón.
   Con paso firme se acercó hasta donde estaba sentada su mujer y, como la noche pasada, le dio un delicado beso para luego sentarse a su lado.
   En su mano izquierda sujetaba una carpeta marrón chocolate.
   -¿Has conseguido averiguar algo, cielo?-le preguntó Caitlin.
   Rand era tan corpulento que podía asustar a quien quisiese sin apenas inmutarse. No dudaba de que una profunda mirada suya, podía poner los pelos de punta a cualquiera. Sin embargo, cuando miraba a su pequeña esposa, sus ojos se volvían tiernos y dulces. Era evidente que entre ellos había mucho más que un vínculo cariñoso.
   Tras la pregunta de su esposa, Rand abrió la carpeta que sostenía y comenzó a sacar de ella decenas de papeles, arrojándolos sobre la mesa situada entre los sillones.
   -Aunque no ha sido nada fácil, he logrado hacerme con el mapa del interior del museo-. Nos mostró un folio dividido en varias cuadrículas que desdobló y extendió sobre la mesa-. Con esto sabremos dónde se localiza exactamente la Daga y nos permitirá trazar el mejor camino para llegar hasta ella. También he conseguido los horarios de apertura y cierre del museo y he averiguado dónde guardan los videos que captan las cámaras de seguridad.
   Sin darme cuenta, mantuve la boca abierta mientras Rand hablaba. Había conseguido toda la información que precisábamos sin levantar sospechas. Se mostraba seguro y confiado. Su actitud era sorprendente.
   -Antes de nada, me gustaría saber qué poderes tenéis cada uno-. Caitlin nos recorrió con la mirada-. Tengo entendido que vosotros tres-dijo señalando a Dereck, Jeremy y Erika- sois unos grandes Lagues.
   -No somos tan buenos-le corrigió Dereck.
   -Si Armos dice que lo sois, es porque es cierto-contestó tajantemente, aunque sin perder su sonrisa-. Cada uno es bueno en una materia, así que debemos aprovechar vuestros puntos fuertes.
   -Y tú eres una bruja, ¿no?-. Los ojos de Rand se detuvieron en mí.
   Me limité a asentir.
   -Pero no es una bruja común-. Dereck me guiñó un ojo, ante lo que abrí la boca para replicar, pero terminé cerrándola sin decir nada-. Su talento es prácticamente excepcional.
   -¿A qué te refieres, chico?
   -Tiene los mismos poderes que Samantha Turskin-le contestó a Rand con una sonrisa cargada de orgullo. Eso me puso aún más tensa-. Controla su magia a través de sus emociones.
   Los impresionantes ojos de Caitlin se abrieron exageradamente.
   -¡Eso es maravilloso!-. Su voz sonó una octava por encima de su tono habitual.
   -Además, hace poco hemos descubierto que también puede volverse invisible-continuó diciendo.
   Solté el aire de mis pulmones, derrotada, y fulminé con la mirada a Dereck.
   -Pero aún no los controlo muy bien-me precipité a aclarar.
   Rand alzó una ceja cobriza.
   -Esto es como todo, los practicarás hasta que logres mejorar.
   Suspiré, con la vista fija en las interminables horas que me esperaban ensayando una y otra vez. Esa idea me recordó al tiempo en que Dereck y yo entrenábamos en la llanura junto a la cabaña de Galón. Una vez más, la imagen del afable mago se representó en mi mente.
   -Yo me encargaré de que entrene-. La propuesta de Dereck me extrajo de mis pensamientos.
   Los ojos de Caitlin buscaron los míos como si pretendiese leer en ellos la aceptación de la proposición. Intercambiamos una mirada cómplice y enseguida entendió el mensaje implícito.
   -Sí, esa es una buena idea-se mostró conforme-. Puede que al final no sea tan complicado como pensábamos.
   -Hay un problema-dijo de pronto Elena-. Yo no tengo poderes.
   -Sí…ya me comentó algo de eso Armos-dijo Rand, mirando a la chica atentamente-. Hemos tenido suerte de que pertenezcas al grupo.
   No sé quién de las dos estaba más desconcertada, si mi amiga o yo.
   -Pero no voy a poder ayudar en nada-terminó diciendo sin comprender.
   -Estás muy equivocada, serás una pieza imprescindible en el plan-. Rand volvió a tomar la carpeta entre sus manos y buscó en su interior hasta dar con un papel que le entregó a la chica rubia-. Por las noches, que será cuando demos el golpe, el museo está vigilado por dos guardias. Uno de ellos acaba de caer enfermo y tú serás la encargada de sustituirlo, facilitando una vía de entrada al resto.
   -Perdona, pero…no entiendo nada-dijo tras echar una rápida ojeada al papel que él le había pasado.
   -Lo primero de todo es entrar allí, y puesto que hay que pasar dos controles anti-magos, no nos es posible sino hay alguien infiltrado que nos permita acceder por otro lado-se explicó, aunque nuestras caras seguían siendo de desconcierto- Esta tarde te vendrás conmigo a la entrevista. No creo que nos cueste mucho que te escojan, das el perfil completamente.
   -¿Yo voy a ser uno de los vigilantes del museo?-preguntó Elena atónita
   -Sí, ese era el plan-confirmó el hombre.
   Una deslumbrante sonrisa se dibujó en los labios de mi amiga.
   -¿Y quién voy a ser yo?-. La emoción de Jeremy era más que visible-. ¿Otro guardia?, o mejor aún, ¿por qué no me hago pasar por el jefe del museo? Así conseguiría llegar dentro sin ningún problema-propuso el chico haciéndonos reír-. Lo estoy diciendo muy en serio. Doy el pego de ser un tío serio con pasta-. Se puso en pie y caminó de un lado a otro de la estancia como si fuera un gánster de espaldas anchas.
   -Nosotros habíamos pensado en otra cosa-. La risa de Caitlin interrumpió su actuación-. Pero no voy a negar que sea una buena idea.
   -Bien, chicos-. Rand recuperó nuestra atención-. Creo que es hora de ponernos a trabajar.
   -¿Y qué hacemos?-preguntó Erika.
   -Elena y Caitlin prepararéis la entrevista de esta tarde-les encomendó-. Mi mujer te ayudará con lo que necesites.
   Mi rubia amiga asintió, mostrándose entusiasmada con la idea de ser relevante en el plan.
   -Erika y Jeremy os quedaréis conmigo para estudiar los planos y organizar toda la información que he traído.
   -¿Y nosotros?-preguntó Dereck.
   -Subiréis a la buhardilla y practicareis los nuevos poderes de Nora-nos indicó el hombre.
   No pude evitar mirarle de reojo para estudiar su expresión. Por un momento temí que se negara. Al fin y al cabo, era él quien siempre se encargaba de organizar los planes. Quizá prefiriese quedarse con Jeremy y Erika para tomar partido en dicha tarea. Sin embargo, su rostro mostraba una sonrisa de satisfacción.
   -Perfecto-murmuró, incrementando la velocidad de los latidos de mi corazón.
   -Bien, manos a la obra, chicos-. Caitlin tomó de la mano a Elena y la sacó de la habitación.
   Dereck y yo las seguimos dejando que Erika, Jeremy y Rand se acomodasen en el salón.
   -Subiendo por estas escaleras encontrareis la buhardilla-nos indicó la mujer, señalando la escalinata de madera-. Hay muchos cachivaches y está un poco desorganizada, pero es amplia y, si abrís la ventana del techo, es muy luminosa. Es un buen sitio para que entrenéis.
   Nos despedimos y comenzamos a subir los peldaños de la vieja escalera. Dereck ascendía detrás de mí, empujándome suavemente por la espalda. Cuando la escalinata tocó su fin, nos topamos con una puerta desvencijada de oscura madera. La abrí haciendo girar el lacado picaporte. Con un estridente chirrido, penetramos en el lugar deshabitado y lóbrego. Dereck pasó por mi lado, rozándome el brazo y provocándome un nimio escalofrío. Cruzó la estancia a tientas y abrió la ventana del techo, dejando pasar luminosos rayos de sol que alumbraron la habitación. 
   Me acerqué a él levantando una humareda de polvo con cada paso que daba. Las motitas inundaron mi nariz, obligándome a estornudar. Dereck estalló en risas.
   -Se nota que no han entrado aquí en años-declaró cuando paró de reírse.
   -Está claro que no-coincidí.
   -Bueno, pues vamos a practicar.
   -¿Y cómo piensas hacerlo?
   -Creo que tus poderes ya los controlas bastante bien-afirmó-. Me importa más tu nueva capacidad de volverte invisible.
   -Sí, a mí también.
   -¿Recuerdas qué sentiste cuando viste al león tan cerca de ti?
   Hice un mohín de disgusto.
   -Miedo-. Rememoré la escena en mi mente-. Mucho miedo.
   Dereck esbozó una media sonrisa.
   -Pues tenemos que conseguir asustarte-declaró.
   Puse los ojos en blanco y los brazos en jarra.
   -¿Y cómo piensas hacerlo? No soy tan fácil de asustar-aseguré, también sonriendo.
   Soltó una carcajada que no pudo reprimir.
   -De eso estoy seguro-dijo-. Pero me acabas de revelar la forma de lograrlo.
   -¿Trayendo un león a la buhardilla de Caitlin?-. Simplemente la descabellada y absurda idea me hizo gracia.
   -Exacto-. Me guiñó un ojo de una forma muy peculiar-. Empieza la diversión.
   Se introdujo la mano en el bolsillo de su pantalón, extrajo su varita y le dio un par de vueltas entre sus dedos con gran habilidad.
   -¡Lirion Danter!-gritó, apuntando con ella a un extremo de la habitación.
   La imagen que se mostraba ante mí no se perturbó. La sala continuaba en calma, aunque una pila de cajas amontonadas me impedía ver el otro lado del lugar.
   -¿Qué has hecho?-. Continué observando la estancia, pero permanecía inalterable.
   Un temible rugido ensordecedor me respondió. Aquel ruido infernal taladró mis tímpanos y perforó mi cerebro, fundiéndolo como si se tratara de hielo en contacto con fuego.
   Miré a Dereck con los ojos abiertos por el temor y vi que los suyos brillaban por la emoción.
   Un nuevo bramido, esta vez más atronador, me heló la sangre. Tapé mis oídos con mis manos, en el intento de acallar aquel ruido espeluznante. El vello de mis brazos se erizó y mi mente se puso alerta en milésimas de segundo.
   -Enfréntate a él-. Se acercó a mí y me empujó suavemente por la espalda-. Y hazlo antes de que destroce la buhardilla, y Caitlin y Rand nos echen de su casa.
   Aún no lo veía. Las cajas de cartón ocultaban la visión. Sin embargo, sólo con los gruñidos ya podía imaginármelo erguido y dispuesto a acabar conmigo.
   -¿Te has vuelto loco?-bramé.
   -Puedes con él-dijo, incitándome a acercarme.
   -Me matará.
   -No si eres más rápida y lista que él.
   Bajo mis pies, el suelo vibró. El animal se agitaba enardecido tras las cajas. 
   -Esto no me gusta nada-decreté.
   -Vamos, ¿no decías que era difícil asustarte?
   Giré la cabeza en su dirección y le fulminé con la mirada. Dereck no se amedrentó y mantuvo su sonrisa.
   -Acércate poco a poco hasta que le veas y demuéstrame que puedes hacerlo.
   -¡Pero es que no puedo!
   -Te creía más valiente.
   Mi mandíbula se descolgó por la sorpresa.
   -Y yo a ti más cuerdo-contraataqué.
   Mientras discutíamos, la fiera se enfurecía todavía más. El tono de los rugidos se acrecentaba por momentos, entorpeciendo mi capacidad de concentración.
   -Nora, no me hagas irme y dejarte sola con él-. Se cruzó de brazos tras soltar aquella amenaza.
   Volví a taladrarle con mis ojos.
   -¿Acaso quieres verme muerta?
   -Quiero que uses tus poderes-me contradijo.
   Volví la vista al débil muro de cajas marrones. Temblaban cada vez que la bestia rugía y amenazaban con caer cuando el suelo y las paredes de la estancia trepidaban.
   Agarré mi cristal iluminado por rayos blanquecinos. Di un par de pasos, acercándome al león. El ritmo, la frecuencia y la intensidad de los latidos de mi corazón aumentaron. Casi podía seguir el compás que oía resonar en mi cabeza.
   Los gruñidos de la fiera ascendían por encima de mis latidos, entremezclándose con estos.
   Si salgo con vida de esta, juro matar a Dereck, me prometí en silencio.
   Su voz llegaba a mis oídos como una melodía lejana, provocándome a acercarme, estimulándome a enfrentarme al león.
   Paso por paso me fui arrimando. A medida que avanzaba, el ruido salvaje de sus bramidos se acrecentaba.
   De pronto, aquel apocalíptico animal emergió de entre las sombras y mostró toda su grandeza acercándose lentamente hacia mí. Articulaba sus cuatro patas con gran destreza, y zarandeaba su colosal cabeza como si meditara cuál era la mejor forma de acabar conmigo.
   Mis ojos se hallaban clavados en la imponente figura del león. Era al mismo tiempo fascinante y aterrador. Con cada gruñido, su boca se entreabría dejando al descubierto la hilera de puntiagudos dientes que la habitaban. Con sus agitadas respiraciones, su lomo de pelo dorado se batía.
   Me concentré lo máximo que pude-teniendo en cuenta que me hallaba a menos de tres metros de la bestia más temeraria que podía imaginar- intentando activar mis poderes. Deseé poder acabar con él, terminar con ese ruido que me ponía los pelos de punta.
   Y de nuevo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Dereck persistía en que me aproximara y mis piernas parecían moverse por sí solas en esa dirección. Poco a poco la distancia que nos separaba se fue reduciendo. De pronto, la bestia se detuvo y clavó sus impresionantes ojos en mi figura. Un temblor de piernas hizo peligrar mi equilibrio. Sin esperármelo, el león se impulsó sobre sus patas traseras y se abalanzó sobre mí, derribando al mismo tiempo las cajas que se encontraban a su lado. Éstas salieron despedidas por los aires en todas las direcciones. Por acto reflejo, me agaché protegiéndome la cabeza con las manos, y chillé aterrorizada. Mi collar reaccionó al momento, lanzando inquebrantables y descontrolados haces de luz anaranjada. El rugido del león se acalló de repente, pero un sonido diferente continuó perforando mis oídos. Se trataba de un grito desgarrador procedente de… ¿Dereck?
   En cuanto fui consciente de lo ocurrido, me levanté alarmada, buscándole con mi mirada. Las cajas se arremolinaban por doquier, dificultándome la visión. Del león no había ni rastro, pero tampoco de Dereck. Un gemido ahogado proveniente de un extremo del lugar, me indicó dónde se encontraba. Corrí hasta alcanzarle. Mi piel empalideció al verle recostado contra la pared, con la frente perlada por gotitas de sudor y con la mano derecha aprisionando su costado.
   -¡Dereck!-exclamé aterrorizada. Durante un segundo, el miedo dificultó mi visión.
   El chico alzó la cabeza y en su mirada pude leer el dolor que experimentaba.
   -¿Qué ha ocurrido?-quise saber. Me arrodillé a su lado y le aparté la mano para observar el foco del dolor. De una herida abierta manaba sangre color escarlata.
   -¡Te he herido!-grité aterrorizada.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho este capítulo!!! Por favor pásate por mi blog ^^ http://novelaluzdeluna.blogspot.com/ que aunque no escriba tan bien como tu lo intento :)

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Aprovecho para especificar un detalle que no creí necesario en su momento por considerarlo obvio. La novela, "Más allá de la imaginación" está registrada íntegramente y consta de los derechos de autor (copyright) vigentes en la normativa actual, sino os aseguro que jamás me hubiese atrevido a colgarla por completo. Cuando se plagia una obra haciéndola pasar por propia y omitiendo el nombre del verdadero creador se viola, entre otros, el derecho moral del autor, y este podría exigir reparación por el perjuicio. Estas facultades morales son perpetuas, inalienables, inembargables, irrenunciables e imprescriptibles, como bien señala la Decisión 351 de la CAN (Régimen común sobre el Derecho de Autor y Derechos Conexos).

Con esto sólo digo que cada uno debe esforzarse y escribir algo original y único. Nunca nadie llegó a ser grande por plagiar a terceros.

Be original! =)