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viernes, 20 de enero de 2012

Capítulo 1

1) “UN LAZO INQUEBRANTABLE”

El silencio que reinaba en aquel ejido relajaba mis sentidos. Una suave brisa cálida mecía mi pelo, provocándome cosquillas cuando rozaba con mi mejilla. El manto de hierba me proporcionaba una improvisada cama de la que no quería levantarme. Mi vestido de algodón dejaba al descubierto gran parte de mis piernas, lo que me permitía sentir todavía más el roce de las plantas silvestres. El color del tejido contrastaba con el intenso verde de mi alrededor. Era de un claro tono azul, en consonancia con el color de mi collar de cristal. Me había acostumbrado con gran celeridad a esos constantes cambios de tonalidad, fieles reflejos de mis emociones. En todo momento demostraba lo que sentía, sin oportunidad de ocultarlo. Estaba íntimamente conectado a mis sentimientos. En ciertas ocasiones era más un inconveniente que otra cosa, pero también era único y, por ello, especial para mí.


  Cerré los ojos y acaricié con las yemas de mis dedos el péndulo de cristal. Estaba caliente en contacto con mi piel y era muy liso, bien pulido y tallado. No tenía ni una imperfección, pese a haberlo llevado durante varios conflictos con los Unomortes. Ese pensamiento azotó mi mente como un látigo enfurecido. La última vez que nos enfrentamos a ellos fue en la ciudad de Lancontri, hacía apenas una semana. Nos habían acorralado, quemando parte de la misma, sin importarles las víctimas que pudieran ocasionar. Puede que incluso ese fuera otro de sus objetivos, otro porque el principal y más importante era acabar con nuestras vidas. Por primera vez desde que estaba allí, al pensar semejante atrocidad, no sentí un pánico abismal. Ni siquiera noté ese opresivo nudo en la garganta que solía asfixiarme al mencionarlos. Quizá ese fuera un signo de madurez. Aunque también podía denotar estupidez. Lo cierto era que, de una forma u otra, empezaba a verlos como un grupo de desquiciados que pretendían someter bajo su mandato a toda una nación. Por suerte, los Guardianes del Fuego Eterno eran la antítesis perfecta, el antídoto más poderoso para combatirlos. Ahora nosotros trabajábamos con ellos, y lo que antes era su misión, había pasado a ser nuestro objetivo.
   Después de lo reconocido por Armos aquella noche en casa de Sammy, estaba claro que nos necesitaban más ellos a nosotras, que viceversa. Elena y yo podíamos regresar a casa, y nuestras vidas seguirían sin sufrir ninguna variación. Sin embargo, en Altarsia se desataría la tormenta y los Unomortes culminarían su objetivo. No es que yo me sintiera importante, tanto como para ser la que resolviera el conflicto vigente e impidiera a los magos de magia oscura vencer, pero era eso, precisamente, lo que aquel anciano mago nos había hecho creer. Debíamos permanecer en esta dimensión, hasta que todo se solventara. Este razonamiento, a su vez, recondujo mi agitada mente a terrenos más movedizos. Llevábamos en aquel lugar un mes y una semana. Más de treinta días alejadas de nuestras familias. Para entonces, el caos ya habría reinado tras nuestra repentina desaparición. Puede que, incluso, empezaran a asumir nuestro desvanecimiento. Probablemente la policía buscara en todos los lugares posibles, investigara e indagara con la intención de dar con nosotras. Lo irónico de la situación, y digo irónico por no decir aterrador, es que en el último sitio que pensarían que estábamos era dentro de mi propio ordenador.
   Con los ojos aún cerrados, la imagen de mi familia se representó con total nitidez en mi mente. Echaba de menos a mi padre y su carácter protector. También, aunque me costase reconocerlo, añoraba la presencia de Javi, mi hermano. Sin embargo, era recordar a mi madre lo que más me dolía. Pensar en su rostro, con su oscuro cabello enmarcando sus verdosos ojos, quebraba mi serenidad. Marina era la mujer más fuerte que conocía. Trabajaba de enfermera en un hospital público de la ciudad. Llevaba veinte años ejerciendo esa profesión, y más de siete en la unidad pediátrica de quemados. Puede que lo que viera día a día en aquel lugar fuera suficiente para hundir a cualquier persona. Estoy convencida de que más de uno habría abandonado después de la primera semana. Sin embargo, ella no era como el resto, y eso era lo que más me gustaba. Solía llegar a casa contando algún duro caso de un niño con quemaduras, pero terminaba haciéndonos reír al explicarnos cómo había conseguido que el pequeño jugase con ella. No sé cómo lo hacía, puede que sea un don innato, pero durante su turno, lograba divertirles y hacerles olvidar el sufrimiento que estaban pasando y que jamás debería soporta un niño. Era admirable.
   -¿En qué piensas?
   Ni siquiera noté su presencia cuando su silueta se situó frente a mí y ocultó los rayos de sol. Fue su voz la que me devolvió de súbito a la realidad.
   Abrí los ojos y fijé la mirada en él. Me permití contemplarle unos segundos más, deleitándome con cada detalle de su cuerpo. Su boca formando una media sonrisa. Sus ojos de un azul tan intenso. Su pelo corto y ligeramente despeinado.
   -En mi madre-respondí al fin, devolviéndole la mueca.
   -¿Echas de menos a Marina?
   Me encogí de hombros.
   -No puedo evitarlo-dije, y durante un segundo mis ojos se empañaron de lágrimas.
   Dereck dejó escapar un suspiro y su expresión serena se tornó melancólica.
   -Odio verte triste.
   Me obligué a sonreír para no preocuparle.
   -Estoy bien, sólo son momentos puntuales.
   Se pasó su mano por el pelo, alborotándolo aún más.
  -Haría cualquier cosa por verte feliz-aseguró firmemente-. Pero no puedo obligarte a no pensar en tu familia-se lamentó con un leve tono de impotencia.
   -Sí puedes, cambiemos de tema-propuse.
   Arqueó una ceja como si estuviera verificando mi actual estado. Finalmente, terminó relajándose.
   -¿Me echarás si me tumbo a tu lado?
   -Puedes probar-le reté.
   Se colocó pegado a mí, pero girado hacia la izquierda. Clavó su codo en el verde manto de hierba y apoyó la cabeza en su mano. Ahora era él quien me observaba detenidamente.
   -¿Por qué estás aquí sola?-se interesó. Con la mano que le quedaba libre, apartó un mechón de mi pelo que estaba en mi frente-. Jeremy y los demás están dentro.
   -Necesitaba desconectar un tiempo-respondí, relajando mis sentidos al notar su contacto-. Llevamos una semana preparando la entrada al laberinto donde se encuentra el libro de conjuros de las Turskin. Es siempre el mismo tema.
   Dereck arrugó el entrecejo de una forma muy peculiar.
   -Siento si te he prestado menos atención de la que debería-se disculpó de inmediato-. La misión me absorbe por completo.
   Sonreí, sorprendida con su comportamiento.
   -Sé que esto es muy importante para ti-le justifiqué-. Y, aunque no ha sido todo el tiempo que me hubiese gustado, también hemos pasado muchos momentos juntos.
   Como un fugaz rayo, llegó a mi mente el recuerdo de la noche que estuvimos acomodados en uno de los sillones de la casa de las Turskin. Sus brazos me rodeaban y mi cabeza descansaba en su pecho. Parecíamos dos piezas perfectas de un puzle. Hablamos durante más de cinco horas, abordando todo tipo de temas. Quizá para otra persona no fuese nada especial, pero para mí supuso dar un gran paso. Empezaba a conocerle mejor y con cada nueva cosa que descubría, me gustaba aún más. Fue entonces cuando le hablé de mi familia, de mi hogar, de mi vida rutinaria. Puse especial cuidado en ignorar algunos detalles, como el nombre de las ciudades, para que no descubriera mi verdadera procedencia. Sin embargo, el hechizo que Armos efectuó la noche de la revelación, cumplía su mandato. Cuando intentaba mencionar algo que no debía, era como si las palabras no llegasen nunca a mi boca, algo verdaderamente irritante.
   -Prometo recompensarte en cuanto todo esto acabe.
   Un escalofrío recorrió mi médula espinal. Ni siquiera tenía la certeza de que pudiera quedarme más tiempo cuando aquello llegase a su fin. Pero eso él no lo sabía…y seguiría sin saberlo.
   Se acercó con lentitud y de forma inconsciente cerré los ojos. Coloqué mi mano en su nuca para atraerle hacia mí y separé ligeramente los labios. Para mi sorpresa, me besó en la frente. No pudo evitar soltar una carcajada al ver mi expresión de decepción inmediata.
   Se puso en pie de un salto y me ofreció la mano para ayudarme a levantarme. Una vez que me situé a su altura, le miré con los ojos entrecerrados.
   -¿No piensas besarme?
   -Ya lo he hecho.
   Dejé escapar un bufido.
   -Besarme de verdad.
   Volvió a reírse de mí. Separé los labios para reprocharle por burlarse, pero antes de que pudiera decir algo, capturó mi boca con la suya, doblegándome a su voluntad. Cuando se separó, aún sonreía.
   -Tenemos que regresar, todavía queda mucho por hacer-dijo, rompiendo aquel fugaz momento de felicidad extrema.
   Caminamos de la mano hacia el interior de la vivienda, alejada de nuestra posición unos cuantos metros. Nada más cruzar el umbral de la puerta principal, Elena apareció como un rayo de la estancia situada a la izquierda del hall. Jeremy venía pisándole los talones. Fue éste último el que habló.
   -Ya estamos listos.



La primera vez que aparecimos de la mano Dereck y yo, fue tras nuestro regreso de la cueva aquella noche infernal que huimos de los Unomortes. Quedamos encontrarnos con los demás en la casa de la familia Turskin a la mañana siguiente. Cuando llegamos a la vivienda, el resto ya había llegado. Elena estaba prácticamente recuperada del envenenamiento que sufrió en el mercado el día de las almas perdidas. Al vernos, corrió hasta abrazarme con todas sus fuerzas, casi asfixiándome. Verla sana y salva fue más de lo que podía pedir. Para entonces, Jeremy saludaba a su forma a Dereck y le relataba cómo lograron escapar de la persecución de los Unomortes. De fondo escuchaba la aguda voz de Sammy, la joven bruja descendiente de las Turskin. Se la veía feliz con nuestra llegada. Janis, su madre, nos invitaba a subir a nuestras habitaciones y descansar unas horas antes de la cena. Sin embargo, mi mente ignoró su oferta y se centró en encontrarla a ella. La busqué con la mirada, pero no había ni rastro de Erika.
   Cuando conseguimos quedarnos solos de nuevo, hablé con Dereck. Estaba prácticamente convencida de que ella se había enamorado de él hacía bastante tiempo, por lo que vernos juntos tuvo que suponer un duro golpe. Incluso puede que me odiase y jamás llegara a perdonarme. Tal cual lo pensaba, se lo dije, pero según él, estaba dramatizando. Aseguró que lo entendería y que no era amor lo que sentía, sino una simple atracción. Estuvimos hablándolo durante más de una hora y, finalmente, logré convencerle para que hablara con ella. Quizá, si aclaraba las cosas, todo volvería a ser como antes entre ellos. Al fin y al cabo, Erika era mi amiga, pero la amistad entre ambos era anterior y más fuerte, y no soportaba la idea de ser yo la causante de su final.
   Esa noche, después de cenar, se quedaron solos en el salón. No sé qué le dijo Dereck, pero a la mañana siguiente ella parecía estar mejor. Todavía la notaba un tanto abrumada, pero me dirigía la palabra sin problemas. Cuando le pregunté acerca de tan misteriosa conversación, me contó vagamente que le había explicado lo que sentía por mí y le había pedido su comprensión. Le había dicho que no soportaba verla enfadada y no quería perderla como amiga. Pero si eso ocurría, no estaba dispuesto a dejarme para solucionar las cosas con ella. Así que tenía dos opciones; o nos odiaba a ambos y perdía a Dereck, o asumía lo ocurrido y conservaba su amistad con él. Por suerte, se decantó por la segunda…
   …o eso creía yo.


  
   -¿Te importa hacerme compañía unos minutos?-me pidió amablemente la anciana mujer de nívea cabellera.
   Después de que Jeremy nos advirtiera de que estábamos preparados para conseguir el libro, acordamos ir en su búsqueda a la mañana siguiente, poco antes del amanecer. Como todas las noches, Janis nos preparó casi un banquete para cenar. El resto engullía a la velocidad de la luz, como si llevaran días sin comer y estuvieran famélicos. Sin embargo, yo no podía ni dar un mordisco al filete que descansaba en mi plato. Cuando Dereck se percató y se interesó por mi estado, me obligué a fingir que me encontraba bien mientras me llevaba el tenedor a la boca. Lo cierto era que pensar en el dichoso laberinto e imaginar los peligros que nos aguardaban en su interior, me ponía de los nervios y, por defecto, el estómago se me cerraba.
   Tras la ardua cena, nos fuimos a las habitaciones para descansar. Antes de que alcanzara la puerta de mi cuarto, la voz de la abuela de Sammy me detuvo. Me encaminé a su estancia con paso acelerado. Al cruzar el umbral de la puerta, tuve que acostumbrarme a la escasa luz que inundaba el lugar. En esta ocasión, pude verla sentada en una mecedora junto a la única ventana de la habitación. Una gruesa manta le cubría de cintura para abajo. Sus agrietadas y veteranas manos reposaban sobre sus piernas. Su mirada apaciguadora se hallaba fija en mi silueta y una sonrisa amable se dibujaba en sus labios.
   -Entra y siéntate un ratito conmigo-me invitó, señalando una silla situada junto a ella.
   -Gracias, señora Turskin-accedí, devolviéndole la sonrisa y aproximándome a su lado.
   La anciana mujer negó de inmediato con la cabeza.
   -Quedamos en que me llamarías Dorothy, ¿te acuerdas?-me corrigió.
   Asentí al recordar la primera y única conversación que había mantenido con ella. Fue en esa misma habitación, y durante la breve pero intensa charla me enteré de que ella había sido la otra persona que sobrevivió al maleficio prohibido llamado Temiblack. Ese mismo conjuro fue el causante de su actual estado de deterioro.
   -¿Cómo te encuentras?-. Tutearla me resultó más fácil de lo que creía en un primer momento.
   -Pese a mi edad, soy una mujer fuerte-aseguró firmemente convencida-. La carcasa es vieja y tardará un tiempo en recuperarse, pero mi espíritu se mantiene joven, querida. Saldré de esta, no me cabe duda.
   Una vez más, su coraje y vitalidad me asombraron.
   -¿Desde cuándo es Guardiana del Fuego Eterno?
   Su mirada vagó hasta el translúcido cristal de la ventana, como si pretendiese encontrar allí la respuesta a la pregunta.
   -Demasiado tiempo, tanto que ya ni recuerdo los inicios-respondió de forma imprecisa-. Pero no te he pedido que me acompañaras para aburrirte con mis historias de anciana-dijo con una agradable sonrisa.
   -¿Y de qué quieres hablar?-pregunté con educación y un profundo respeto.
   -De ti.
   -¿De mí?-repetí un tanto desconcertada.
   -Me gustaría advertirte de ciertas cosas, querida-empezó hablando-. Nadie puede determinar el tiempo que falta hasta el desenlace de esta tensa y crítica situación. Puede que en unas semanas se desate la tormenta y nos veamos enfrascados en la batalla final contra los Unomortes, pero también puede durar meses-. Al oírla decir eso, un consistente nudo se instaló en mi garganta-. Sea como sea, no desesperes. Regresarás a tu casa y todo será como si no haya sucedido.
   Una alarma se encendió de pronto en mi cabeza. El pulso se me aceleró de inmediato. Armos dijo que todos los Guardianes estaban enterados de nuestra verdadera procedencia. Eso, irremediablemente, la incluía a ella.
   -¡Pero yo no quiero olvidarlo todo!-exclamé asustada. Por un segundo, me imaginé de nuevo en mi casa, despertándome de una eterna noche, creyendo que todo lo vivido en Altarsia formaba parte de un simple sueño.
   El semblante de Dorothy había adquirido una fachada más inexorable.
   -Será lo que ocurra, Armos así lo ha planeado-me informó, provocándome un ligero mareo.
   Me levanté de la silla, incapaz de permanecer quieta después de tal horrible revelación.
   -¿No recordaré lo ocurrido aquí?-pregunté con un hilo de voz. La anciana negó con la cabeza-. ¿Olvidaré a mis amigos…y a Dereck?
   -Si te estoy diciendo esto, no es para que sufras-aclaró cuando vio aparecer un par de lágrimas en mis ojos-. Sino para que lo evites.
   Sus palabras me desconcertaron aún más.
   -¿Hay alguna forma de que me acuerde?-. Un pequeño rayo de luz se había colado entre la oscuridad que bañaba mi mente-. ¿Cómo?
   -Ven, siéntate de nuevo y relájate-me ordenó-. Todavía estás aquí, ¿no? Hay tiempo para prepararte.
   No entendía prácticamente nada de lo que me decía, pero obedecí y volví a situarme junto a ella.
   -¿Qué tengo que hacer?-solté sin reparos.
   Dorothea se tomó unos segundos para meditar. Mientras, hizo un par de respiraciones profundas que acompañó con los ojos cerrados.
   -Con el conjuro de Armos, tus recuerdos quedarían atrapados aquí cuando tu alma regresara a la dimensión terrenal-relató-. No quiero que veas a Armos como un ser despiadado que pretende herirte. Nada más lejos de la realidad, lo que él quiere es protegerte. Si regresas sabiendo lo vivido aquí, podrías volverte loca con gran facilidad.
   -Pero, si es por mi bien, ¿por qué tú quieres que recuerde?
   -Puede que esté cometiendo un grave error, y lo que Armos cree sea lo más sensato. Jamás he desobedecido ninguna de sus decisiones-dejó constancia-. Sin embargo, sé lo que es perder a alguien a quien amas de verdad-continuó hablando-. Vosotros aún no sois conscientes, pero tú y Dereck estáis unidos por un vínculo inquebrantable y romper eso sería como quebrar las leyes del universo.
   Fue tan impactante su revelación, que por un segundo noté el mundo entero temblar bajo mis pies. El oxígeno apenas llegaba a mi cerebro y no era capaz de pronunciar ni una sola palabra.
   -Por eso, en esta ocasión, haré una excepción e ignoraré la determinación de Armos. Él impuso uno de los conjuros más poderosos que conozco para provocarte amnesia tras tu retorno. Sin embargo, no tuvo en cuenta un detalle. David Hume dijo en una ocasión; nada es más libre que la imaginación humana-citó mientras clavaba sus ojos en mí-. Nora, cuando estés a punto de marcharte, debes centrar todo tu cuerpo y alma en imaginarte Altarsia. Revive en tu mente momentos vividos aquí, recrea escenas y repítete una y otra vez que esto es real.
   Mis manos temblaban sobre mi regazo. Mi respiración se había vuelto arrítmica. Me sentía atrapada por mis pensamientos.
   -¿Y cómo sabré que es el momento de regresar a mi casa?
   -Cuando llegue, no tendrás dudas-afirmó.
   -¿Y si no funciona?-inquirí con el último hálito de esperanza que quedaba dentro de mí.
   -Confía en ti, Nora-me rogó, atrapando mis manos entre las suyas. Pese a las arrugas que las marcaban, eran sorprendentemente delicadas y suaves-. Eres una bruja más fuerte de lo que crees. Tu imaginación puede vencer cualquier magia, por muy poderosa que sea.



A la mañana siguiente de aquella tétrica conversación, abandonamos la casa en dirección al místico laberinto. Contábamos con la ayuda de Sammy, ya que sin ella sería imposible coger el libro. Únicamente una descendiente de las Turskin estaba capacitada para arrebatar el tomo del atril que lo mantenía en cautiverio justo en el centro del mencionado laberinto. Más tarde, cuando estuviéramos preparándonos para la guerra contra los Unomortes, también necesitaríamos su ayuda, pues sólo ella podía leer las páginas del enigmático libro. El resto tan sólo veríamos hojas en blanco.
   Caminamos durante un par de horas en dirección suroeste, siguiendo las indicaciones de Janis. Teníamos todo calculado. Durante esos días en casa de las Turskin, habíamos practicado diferentes formas de defensa. Analizamos los errores cometidos por ingenuos que habían pretendido antes hacerse con el poderoso libro, y desarrollamos tácticas para no caer en las mismas trampas. Pese a todo, era como jugar al ajedrez a oscuras. Por mucho que supiéramos qué debíamos hacer para llegar al libro, nadie había regresado vivo del laberinto para contarnos qué peligros nos aguardaban dentro, cual sería, en definitiva, el próximo movimiento en el tablero.
   Durante el camino, la conversación con Dorothea se recreó una y otra vez en mi mente. Sus palabras se repetían sin cesar, martilleando mis ideas. Si tenía razón, debía empezar a confiar más en mí misma. Únicamente de ese modo, lograría vencer el conjuro de Armos y recordar todo cuando apareciera de nuevo en mi casa. No sabía todavía cómo pensaba hacerlo y mucho menos cuándo sucedería, pero de algo estaba convencida; jamás me permitiría olvidar a Dereck. Él era mis días y mis noches. Desde que le conocí, no había pasado ni un solo segundo en el que no pensara en él.
   Seguí dándole vueltas durante más de una hora. Enfrascada en mis pensamientos, me obligué a dejarlos al margen cuando el protagonista de mis cavilaciones captó mi atención. Al mirarle a los ojos, estuve más segura de lo que había estado en mi vida: haría hasta lo imposible por recordarle…
   …y lo conseguiría fuera como fuera.

3 comentarios:

  1. Me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta, me encanta.
    De verdad que me encanta ^_^
    ¡Un beso! <3

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  2. ¡Dios mío! :O
    IMPRESIONANTE.
    No tengo palabras chica. Me encanta ^^
    Quiero más, más, más, más, más, más... :D
    ¡Espero que subas pronto! :D

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  3. :O me encataaaaa!!
    Esta genial, no! genial no! lo siguiente!! :D
    yo tabieen quiero maas!
    avisame para el siguiente :)
    Besos! :)

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Novela con Copyright

Aprovecho para especificar un detalle que no creí necesario en su momento por considerarlo obvio. La novela, "Más allá de la imaginación" está registrada íntegramente y consta de los derechos de autor (copyright) vigentes en la normativa actual, sino os aseguro que jamás me hubiese atrevido a colgarla por completo. Cuando se plagia una obra haciéndola pasar por propia y omitiendo el nombre del verdadero creador se viola, entre otros, el derecho moral del autor, y este podría exigir reparación por el perjuicio. Estas facultades morales son perpetuas, inalienables, inembargables, irrenunciables e imprescriptibles, como bien señala la Decisión 351 de la CAN (Régimen común sobre el Derecho de Autor y Derechos Conexos).

Con esto sólo digo que cada uno debe esforzarse y escribir algo original y único. Nunca nadie llegó a ser grande por plagiar a terceros.

Be original! =)